Es el país con más testeos y el primero en decretar una severa cuarentena. ¿Qué salió mal? IMÁGENES SENSIBLES.
Perú fue el primer país de la región en decretar una cuarentena total a nivel nacional, el 16 de marzo, la que aún se mantiene, pero se ha convertido en el segundo país de Latinoamérica, después de Brasil, con más casos de contagio de coronavirus.
Este miércoles pasó la barrera de las 100 mil personas contagiadas. Son 104.020 los casos reportados. En las últimas 24 horas hubo 4.537 nuevos casos, el segundo aumento más alto en un solo día en lo que va de la pandemia. Y los fallecidos son 3.024.
Faustino López estaba aterrado al ver cómo empeoraba la salud de su esposa, internada a fines de abril por COVID-19 en un hospital de Lima.
Mientras su mujer Angélica Berrocal permanecía en el hospital, Faustino no tuvo más que quedarse en su casa, donde vivía solo. Dejó de dormir en la cama matrimonial que compartieron por 45 años, no paraba de llorar al mirar la ropa de ella y escuchaba música en quechua, la lengua materna de ambos.
Faustino, un jardinero de 68 años, y Angélica, una barrendera de 60, habían llegado a este momento de su vida sin mayores contratiempos de salud y con dos hijos y 11 nietos sanos. Pero el nuevo coronavirus aniquiló la tranquilidad de esta familia que en más de cuatro décadas jamás había conocido la desgracia. Y todavía estaba por venir otra tragedia.
En un momento, Faustino tuvo fiebre y escalofríos. También sintió la alteración del gusto y el olfato, según una ficha de investigación clínico-epidemiológica a la que The Associated Press tuvo acceso. Le hicieron la prueba y dio positivo.
Una vieja foto familiar de Faustino López y sus hijos, quedaron en su casa den Lima. / AP
Desesperado, tocó las puertas de un albergue estatal donde se recuperan casi 2.000 enfermos del virus. No fue aceptado porque no había sido referido desde un hospital. Retornó a su hogar y la madrugada del 5 de mayo bebió ácido muriático y se ahorcó con un cable de electricidad.
Venezolanos para extraer cuerpos
Su hijo mayor lo encontró y llamó a la policía, pero Faustino permaneció varias horas en la sala de su casa sin que nadie quisiera tocarlo. Entonces llegaron Jhoan Faneite y su hijo adoptivo Luis Zerpa, dos venezolanos que trabajan en la funeraria Piedrangel, a la que el gobierno de la ciudad contrató para extraer de las casas los cadáveres de personas infectadas con el virus para luego incinerarlos.
A pesar de ser el primer país de Latinoamérica en decretar una cuarentena total, Perú ha recorrido un duro camino. El miércoles ocupó el lugar 12 en el mundo en número de diagnósticos confirmados, por encima de China continental y debajo de India.
Y el verdadero alcance del desastre es mayor. Con más de la mitad de los casos sin contar, según las estimaciones de varios expertos, las autoridades califican al coronavirus como la pandemia más devastadora que ha azotado la región desde que en 1492 los europeos trajeron a América enfermedades como la viruela y el sarampión.
La gente muere en sus casas
Los peruanos están muriendo por cientos en sus hogares, por lo general en zonas próximas a los mercados de alimentos que se han vuelto los focos de contaminación más peligrosos, según las autoridades. Y la labor de recoger los cuerpos recae en personas como Jhoan Faneite, de 35 años, y Luis Zerpa, de 21, que abandonaron Venezuela hace dos años para huir de la crisis económica que azota ahí.
Luis Zerpa se prepara para retirar el cuerpo de Faustino Lopez./ AP
“Todos los días me encomiendo a Dios para no contaminarme”, dijo Faneite, que trabajó como electricista en su natal Venezuela antes de emigrar a Perú, donde hasta el mes pasado había unos 865.000 migrantes venezolanos.
De lunes a domingo, incluso de noche y madrugada, los junta cadáveres conducen coches fúnebres a través de los barrios ricos pegados al Pacífico, pero también se internan entre colinas apretujadas de barriadas donde el virus golpea con fuerza, ataviados todos con trajes de protección y máscaras.
Y así llegaron a la casa de Faustino a recoger su cuerpo. Una semana después, su esposa Angélica murió en el hospital por el virus.
Otra mañana de inicios de mayo recogieron el cuerpo de Marcos Espinoza, un electricista de 51 años, soltero y sin hijos que vivía en una colina polvorienta cercana al complejo arqueológico Pachacámac, el oráculo más famoso del imperio Inca.
Venezolanos retiran el cuerpo de otra persona muerta por coronavirus. / AP
Óscar Espinoza, hermano del fallecido, relató que Marcos intentó curarse bebiendo agua de eucalipto con jengibre y limón. Le dolían los ojos como si se los pincharan con un bolígrafo y poco antes de morir pasó revista a su vida mientras orinaba en un balde de plástico. “¿Por qué me dio esta peste, si no hice daño a nadie?”, alcanzó a escuchar Óscar, que dormía en el cuarto contiguo.
La muerte de Marcos ocurrió la madrugada del viernes 8 de mayo a las 2:45 de la mañana. Se acostó de costado, se acurrucó en su soledad y murió mientras dormía. Ocho horas más tarde Faneite, Zerpa y otro paisano, Luis Brito, de 26 años, trepaban el cerro vestidos con un overol blanco, botas, guantes dobles y una máscara que apenas les dejaba ver los ojos.
Luis Zerpa, Luis Brito y Jhoan Faneite cargan un cuerpo montaña abajo, desde un barrio marginal en Lima. / AP
Cuesta abajo, cargaron el cuerpo de Marcos y por momentos, para descansar, colocaban sobre el suelo el cadáver envuelto en una bolsa de tela negra, mientras el viento soplaba, los perros ladraban y los vecinos de la barriada sin agua ni desagüe observaban en silencio el extraño suceso.
Cuerpos en containers
Debido al aumento de la mortalidad, las autoridades han instalado casi dos decenas de contenedores marítimos en los hospitales de Lima que mantienen los cadáveres a cero grados.
Luis Zerpa y el peruano Angelo Aza en un momento de descanso. / AP
La funeraria peruana Piedrangel asumió un papel clave en Lima cuando nadie se atrevía a recoger muertos por el nuevo virus. En marzo recogieron al primer fallecido en Perú por COVID-19, un psicólogo que murió en la soledad de su departamento de un edificio frente al Pacífico.
Edgard Gonzales, uno de los cuatro hermanos propietarios de la funeraria, lo consultó con sus dos hijos y se arriesgó. “Se puede abrir una puerta (oportunidad)”, les dijo. No se equivocó.
Ahora la funeraria no sólo recoge los cadáveres contagiados, también los crema en sus dos hornos instalados en el interior de un cementerio y reparte las cenizas a los deudos.
La funeraria no sólo recoge los cadáveres contagiados, también los crema y reparte las cenizas a los deudos./ AP
Murió mirando la pared
Ricardo Noriega, vendedor de ropa de 77 años, no encontró un taxista que lo llevara al hospital cuando enfermó y ningún familiar estuvo disponible. Entonces, se sentó en el sillón principal de su sala y falleció mirando una pared donde tenía colgadas las fotografías de su familia. Ahí lo encontró el personal de la funeraria Piedrangel.
Luis Zerpa, el hijo de Faneite, su compatriota Alexander Carballo y el peruano Ángelo Aza envolvieron el cuerpo de Noriega que yacía en el piso de cerámicos color caramelo junto a los carritos de plástico y los patines de sus cuatro nietos pequeños.
Personal de una funeraria retiran cuerpos de personas muertas por Covid-19. / AP
El peso de la muerte se siente cuando Faneite y sus colegas de la funeraria Piedrangel recorren la ciudad. Los militares que controlan las vías capitalinas se alejan espantados de la carroza cuando confirman que llevan cadáveres de víctimas de COVID-19. Algunos uniformados, que en medio de la pandemia deben continuar con sus labores, se persignan en silencio.
Más de 5.000 policías han sido diagnosticados con la enfermedad, con 92 muertes, de una fuerza de aproximadamente 100.000. El ejército ha sufrido niveles más bajos de la enfermedad.
Cuando Faneite regresa a casa de madrugada encuentra a su esposa dormida junto a sus dos hijos pequeños. Entonces se cambia en silencio, se ducha y lava su ropa con desinfectante.
Palmira Cortez mira sin consuelo como se llevan el cuerpo de su esposo. / AP
A veces hace gárgaras con agua salada y cuando está desesperado con agua oxigenada.
Comenta que debe mantenerse sano para su familia y eso incluye a sus padres ancianos que se quedaron esperándolo en Venezuela.
“Antes que partan, antes que llegue lo inevitable, quiero ir a verlos, quiero estar con ellos”, dijo.
Qué salió mal
Las autoridades peruanas destacan que el país hizo más de 700 mil pruebas para detectar el virus, la cifra más alta en la región. También hubo una cuarentena temprana. Entonces, ¡qué fue lo que pasó?
La respuesta está en que Perú es un país con 70 por ciento de informalidad. Millones que viven del día a día, y un Estado poco eficiente, incapaz de hacer llegar oportunamente las ayudas -en dinero y alimentos- para la población más vulnerable, Y hacer cumplir una rigurosa cuarentena ha sido complicado.
Vendedores ambulantes trabajan en una calle durante la cuarentena en Lima./ Xinhua
El coronavirus se inició, a comienzos de marzo, en los barrios de clase media y alta, con personas llegadas del extranjero, pero ahora se extiende en los barrios populares, donde millones viven hacinados en precarias viviendas, muchas sin agua.
Los desordenados y atiborrados mercados populares, las largas colas en los bancos para cobrar los bonos de ayuda y el transporte público, son los principales focos de contagio.
El precario sistema de salud está al límite, y en algunas regiones del país ya ha colapsado.
El número de casos de coronavirus -y de decesos- se triplicó en relación al 30 de abril, y familiares de fallecidos y personal sanitario reclaman por las carencias de equipos y medicinas en los hospitales públicos.
“Es como una película de terror, adentro (del hospital) parece como un cementerio por los cadáveres, los pacientes mueren en sus sillas, (o) en sillas de ruedas”, dice el enfermero Miguel Armas, del hospital Hipólito Unanue de Lima, cuyos trabajadores salieron este miércoles a la calle a protestar.
“Ya hay muchos trabajadores contagiados, muchos muertos, no tenemos la seguridad para sobrevivir en esta pandemia”, agregó.
En Perú hay 7.533 pacientes hospitalizados con covid-19, mientras crematorios de cementerios de Lima trabajan día y noche para incinerar a fallecidos por esta enfermedad y se forman filas de carros fúnebres afuera de algunos hospitales del Callao.
Ya los casos confirmados en Ciudad de Buenos Aires son menos del 1% entre los trabajadores de la salud. En Mendoza y Rosario, también corroboran esta tendencia en baja de casos
El personal de la salud puso el cuerpo para atender a los pacientes con COVID-19, y muchos perdieron sus vidas. Por la exposición repetida o por no contar con la protección adecuada, más de 360 médicos y enfermeros, entre otros integrantes del sistema de salud, habían fallecido para principios de diciembre. A partir del inicio de la campaña de vacunación, pasaron a ser un grupo prioritario y ya se empiezan a registrar el descenso de casos confirmados dentro del personal de la salud con la eventual disminución de los fallecimientos.
En la Ciudad de Buenos Aires, los casos confirmados de COVID-19 en el personal de la salud representaban entre el 3 y el 4% en diciembre pasado, en base al registro epidemiológico que lleva el Ministerio de Salud porteño. En cambio, durante las últimas semanas los casos confirmados son menos del 1%.
Cómo evolucionaron los casos de la población general en la ciudad de Buenos Aires en comparación con los casos del personal de la salud que fue vacunado.
También en la provincia de Mendoza, el Ministerio de Salud corroboró la tendencia en baja de menos afectados en el personal de la salud. Según contó a Infobae la infectóloga y jefa del departamento de inmunizaciones de la cartera de salud mendocina, la doctora Iris Aguilar, “hay una disminución marcada de casos de COVID-19 en el subgrupo del personal de la salud. Durante el mes de febrero sólo hubo dos casos de COVID-19 en enfermeros”.
En la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, comienzan a registrarse cambios. “Empezamos con la vacunación el 29 de diciembre y ya el primer día se inmunizó a 75 personas. Ya con la primera dosis ya hubo reducción de casos del personal de la salud a mitad de enero. En febrero ya estaba vacunado casi todo el personal de la salud, y no hemos tenido casos de médicos o enfermeros con COVID-19”, contó a Infobae Carolina Subirá, infectóloga y coordinadora del área de Calidad y Seguridad del Paciente del Sanatorio Parque en Rosario.
Los trabajadores de la salud fueron considerados población estratégica por el Ministerio de Salud de la Nación a la hora de armar el plan de vacunación para desacelerar la pandemia y reducir el número de muertes. Son un grupo clave para sostener adecuadamente el funcionamiento y la respuesta del sistema sanitario. También se consideró el nivel de exposición al que se enfrentaban. En noviembre de 2020, el personal de la salud representaba el 4,4% sobre el total de casos confirmados de COVID-19 en todo el país.
En diciembre, se había estimado en base al Registro Federal de Personal Sanitario que se iban a vacunar inicialmente 763.000 trabajadores de la salud en Argentina REUTERS/Agustin Marcarian
De acuerdo al monitor público de vacunación, hoy miércoles 3 de marzo ya se habían realizado 890.221 aplicaciones en el personal de la salud. Pero no se especifica cuántos corresponden a la primera y a la segunda dosis. En el plan original, se había estimado en base al Registro Federal de Personal Sanitario que se iban a vacunar inicialmente 763.000 trabajadores de la salud.
En la provincia de Buenos Aires, el titular de la cartera de Salud, Daniel Gollan, había informado el martes que el 95% del personal de la salud se ha inscripto para recibir la vacuna. Ya le aplicaron la vacuna a 200.000 de los 231.264 registrados. El funcionario dijo que durante los próximos meses “el personal de salud estará protegido para atender la demanda de urgencia”. La vacunación hará “que no se nos caigan las guardias cada vez que haya un caso en el personal”, agregó. Adelantó que este año el protocolo para el personal de salud será diferente. Están haciendo un estudio en el personal de salud sobre el impacto de la vacunación. “El 8% se podría enfermar aunque haya recibido la vacuna, pero sería de una forma leve. Por eso, será necesario seguir con los cuidados”, expresó Gollan.
En cambio, desde la perspectiva de la doctora Silvia González Ayala, profesora de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata y miembro del Comité Institucional de Revisión de Protocolos de Investigación del Hospital de Niños Sor María Ludovica de La Plata, hay que mantener cautela sobre la evolución de la pandemia y el impacto de la vacunación. Le dijo a Infobae: “El 29 de diciembre se empezó a vacunar con la primera dosis en el personal de la salud de la Argentina. Es esperable que los casos confirmados de COVID-19 y los fallecimientos bajen por el impacto de la vacunación en ese grupo priorizado”.
Ya hay transmisión comunitaria en la Argentina de las variantes del coronavirus que fueron detectadas en el Reino Unido y en Río de Janeiro, Brasil, según relevó el Consorcio País
De acuerdo con González Ayala, “la vacunación en los grupos priorizados viene lento. Ya se distribuyeron 2.231.310 dosis, pero aún solo se aplicaron 1.181.292 dosis. Considero que hay que hacer un shock de vacunación para evitar la circulación local de las variantes de preocupación”. En el caso de la vacuna Sputnik, su eficacia es del 85% con la primera dosis. Con la segunda dosis, la eficacia llega al 91,6%.
La preocupación de la doctora González Ayala está en el potencial avance de nuevas variantes que podrían limitar la eficacia de las vacunas. “Hay que tener en cuenta que las vacunas podrían no cubrir todas las variantes que aparezcan. Por ejemplo, la vacuna de AstraZeneca solo protege en el 22% en los casos de infección por la variante de Sudáfrica. Con respecto a la variante de Manaos, aún no se sabe. Esto significa que se necesita que la vacunación avance más rápido para desacelerar la propagación de las variantes, y evitar que se reduzca la eficacia de las vacunas”.
Ya hay transmisión comunitaria en la Argentina de las variantes del coronavirus que fueron detectadas en el Reino Unido y en Río de Janeiro, Brasil, según relevó el Consorcio País, que depende del Ministerio de Ciencia de la Nación. Se trata de casos confirmados de COVID-19 que no tenían antecedentes de viajes.
El organismo aconseja usar los de tres capas y sin válvulas. Las desventajas de ponerse dos a la vez.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó este miércoles varios consejos sobre el uso de barbijos de tela durante la pandemia de coronavirus, en los que, entre otras cosas, recomendó la utilización de las que tengan triple capa y sin válvulas.
De las tres capas, la interior en contacto con la boca debería ser de algodón absorbente, la intermedia de polipropileno, y la exterior podría ser también de polipropileno o de un poliéster resistente a la humedad, explicó la OMS en su informe epidemiológico semanal.
La organización también recomienda examinar el envase del barbijo para comprobar si ha sido probado en laboratorio, si garantiza al menos un 70 por ciento de filtración de pequeñas gotas, y si conserva sus propiedades durante al menos cinco lavados.
Por otro lado, la OMS subraya que no solo debe tenerse en cuenta la capacidad de filtración de las mascarillas, sino su adaptación a la cara:deben cubrir la nariz, la boca y la barbilla sin dejar aberturas y a la vez permitir respirar bien.
En este sentido, el organismo advierte que usar dos mascarillas de tela a la vez puede conllevar ciertos riesgos, ya que podría dificultar tanto la respiración del usuario que lo obligaría a quitársela cada determinado tiempo para recobrar el aliento.
Las mascarillas de tela, no médicas, deben ser guardadas en bolsas de plástico u otros envoltorios seguros antes o después de su uso, y lavarse con jabón o detergente, preferiblemente a 60 grados.
Como alternativa, se puede lavar con agua a temperatura ambiente y jabón, aunque a continuación la OMS recomienda dejar la mascarilla en agua hirviendo durante un minuto.
Un nuevo estudio a gran escala sobre la vacuna contra el COVID-19 de Pfizer confirmó que tiene una efectividad superior al 90% para prevenir casos graves
La información se desprende de los resultados observados en más de medio millón de personas inoculadas en Israel. La cifra fue del 62% para los que habían recibido la primera dosis
Un nuevo estudio a gran escala de la vacuna contra el COVID-19 de Pfizer confirmó que tiene una efectividad superior al 90 por ciento a la hora de prevenir casos graves de la enfermedad.
En concreto, la cifra fue del 92 por ciento en este tipo de casos luego de recibir dos dosis, y del 62 después de una. También mostró que el riesgo de muerte se redujo en un 72 por ciento en las primeras dos o tres semanas después de recibir la primera vacuna. Y la cifra podría subir a medida que la inmunidad colectiva continúe creciendo.
En cuanto a la capacidad de prevenir hospitalizaciones, las cifras fueron: 74 por ciento luego de una dosis y 87 después de la segunda y de 46 y 92 por ciento respectivamente a la hora de evitar la infección por completo. También reportaron un 94 por ciento para prevenir el desarrollo de síntomas.
La información fue recabada a partir de los resultados observados en más de medio millón de personas que fueron inoculadas en Israel, el país que ha vacunado al mayor porcentaje de su población a nivel global y ha usado exclusivamente el inmunizante desarrollado por ese laboratorio.
La información fue igual de alentadora para las personas mayores de 70 que para los demográficos menores. En Israel, más de la mitad de la población ha recibido la primera dosis de la vacuna y el 34,7 por ciento ya tiene ambas en su organismo, según la agencia Bloomberg, que compila información de las campañas de inmunización a nivel global.
Una mujer recibe una vacuna contra el COVID-19 en Israel. (AP Photo/Sebastian Scheiner)
“Se trata de la primera prueba validada por pares de la eficacia de una vacuna en las condiciones del mundo real”, declaró a la agencia AFP Ben Reis, uno de los coautores del estudio, publicado este miércoles el el New England Journal of Medicine.
En paralelo, el doctor Gregory Poland, de la Clínica Mayo en Estados Unidos, le dijo a The Associated Press que los resultados son “inmensamente tranquilizadores”. “Más de lo que esperaba”, expresó.
El informe podría alentar a las autoridades a demorar la aplicación de la segunda dosis de la vacuna para aumentar la cantidad de personas que reciban al menos una. “Preferiría que 100 millones de personas reciban una a que 50 millones reciban dos”, dijo a AP el doctor Buddy Creech, de la univerisdad de Vanderbilt. “Creo que es una estrategia muy aceptable a considerar”, expresó por su parte Poland.
El estudio, llevado a cabo por científicos del instituto Clalit y la Universidad Ben-Gurion, comparó las estadísticas de más de medio millón de personas que habían sido inoculadas durante diciembre o enero con una cantidad equivalente de otras que no lo habían sido. Ninguna de ellas había contraído la enfermedad. 41 personas murieron en total, y 32 de ellas pertenecían al grupo que no había recibido la vacuna.
Adultos mayores vacunados muestran sus “pases verdes”, que los habilitan a realizar distintas actividades en el país. Foto: REUTERS/Amir Cohen
Las cifras son consistentes con el 95 por ciento de efectividad que el laboratorio había reportado en sus estudios de fase tres, y que llevaron a distintas autoridades regulatorias a lo largo del mundo a aprobar y comenzar a aplicar la vacuna.
Otro estudio del ministerio de Salud del país de Medio Oriente fue aún más alentador: informó que la vacuna posee una efectividad del 98,9% para prevenir la muerte, un 99,2% de protección contra enfermedades graves, reduce la morbilidad en un 95,8% y disminuye la posibilidad de hospitalización en un 98,9%.
Dado el éxito de la campaña, Israel ha reabierto gran parte de sus actividades. Gimnasios, teatros, hoteles, conciertos y sinagogas registrados en su programa de “pasaportes verdes” ya pueden operar. El pasaporte verde se concede a quienes lleven una semana vacunados contra el coronavirus, o a las cerca de 740.000 personas recuperadas del virus que actualmente no tienen derecho a la vacuna.